Bitcoin atraviesa el tramo final de 2025 con un desempeño débil frente a los mercados tradicionales, al cotizar cerca de los US$87.000 y acumular una caída anual superior al 6%, en un entorno marcado por menor apetito por riesgo, salidas de capital institucional y factores técnicos que han limitado cualquier intento de recuperación.
La criptomoneda más grande del mundo se ha movido en las últimas semanas dentro de un rango estrecho entre los US$85.000 y los US$90.000, muy lejos del máximo histórico alcanzado en octubre, cuando superó los US$126.000. Desde entonces, el activo registra un retroceso cercano al 30%, lo que lo encamina a su peor trimestre desde el segundo trimestre de 2022, periodo golpeado por el colapso de TerraUSD y Three Arrows Capital.
El contraste con otros activos es evidente. Mientras las acciones estadounidenses avanzan hacia nuevos máximos impulsadas por el tradicional rally de fin de año y el oro consolida su rol como refugio con valorizaciones históricas, Bitcoin no ha logrado posicionarse ni como activo de riesgo ni como “oro digital”. En lo corrido del año, el criptoactivo cae más de 7%, según datos de mercado, pese a haber sido uno de los grandes ganadores en ciclos previos.
Parte del debilitamiento responde a factores técnicos. Bitcoin perforó su media móvil de 365 días, ubicada cerca de los US$102.000, un nivel que había funcionado como soporte clave durante el ciclo alcista. A esto se suma el vencimiento de más de US$23.000 millones en opciones, que ha reducido las apuestas direccionales, y la baja liquidez típica de la temporada navideña.
Desde el frente institucional, los ETF de Bitcoin al contado en Estados Unidos se han convertido en vendedores netos durante el cuarto trimestre, eliminando una fuente de demanda que había sido determinante para los repuntes de meses anteriores. Además, se mantiene la presión vendedora de tenedores de largo plazo, un factor que ha limitado la capacidad del mercado para sostener movimientos alcistas.
Para inversionistas internacionales, el desempeño de Bitcoin refuerza la lectura de un mercado cripto más maduro, pero también más sensible a las condiciones macroeconómicas globales, especialmente tasas de interés, liquidez y regulación.
