América Latina se consolida como un actor clave en el sector de petróleo y gas, pero enfrenta una encrucijada entre garantizar la seguridad energética y avanzar en la transición hacia fuentes más limpias. Un reciente informe de Aggreko, basado en la visión de 312 expertos de siete países, revela que la región busca un punto medio entre la dependencia de los combustibles fósiles y el impulso de energías renovables.
Sin embargo, Colombia aparece cada vez más alejada de la estrategia regional. Mientras otros países apuestan por la diversificación energética, el país enfrenta una caída sostenida en la producción de gas y un clima de incertidumbre en materia de exploración e inversión.
Con los Llanos Orientales como principal fuente productiva y empresas como Ecopetrol, Reficar y Cenit en el centro del sector, Colombia continúa dependiendo en un 77% de combustibles fósiles. Aunque el gas natural se mantiene como recurso estratégico, las reservas actuales se agotan a un ritmo preocupante.
Durante el gobierno de Gustavo Petro, las políticas de transición energética han generado una intensa discusión. La adhesión al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y la oposición al fracking marcaron un cambio de rumbo, pero también frenaron decisiones clave sobre exploración y producción.

Según la Asociación Colombiana de Petróleo y Gas (ACP), la reducción en la producción de gas y la lentitud en la expedición de licencias ponen en riesgo la autosuficiencia energética a corto plazo. Campetrol, por su parte, informó que el número de taladros activos cayó de 55 en 2023 a 24 en diciembre de 2024, una disminución del 56,4%.
América Latina: una transición desigual pero activa
El informe de Aggreko muestra que el 50% de las empresas del sector oil & gas en América Latina todavía depende de los combustibles fósiles, aunque el 14% ya incorpora modelos híbridos de energía. En tanto, un 45% de las compañías genera su propia energía, pero solo un 13% logra autosuficiencia total.
Las prioridades del sector son claras, garantizar la continuidad operativa (32%), reforzar la seguridad energética (23%) y mantener la productividad (22%). Algunas soluciones, como el uso de gas natural comprimido, ya evidencian beneficios, con reducciones de costos de hasta el 40% y menor huella de carbono.
A pesar de los avances, la transición energética avanza a distintas velocidades. El 91% de los profesionales del sector considera posible un modelo más sostenible, pero solo el 53% tiene programas concretos en marcha. Las principales barreras son los altos costos (50%), la falta de incentivos (37%) y la escasez de talento técnico (31%).

Perspectivas regionales e inversión
De cara al próximo quinquenio, el 68% de los expertos consultados prevé que el mercado de petróleo y gas en América Latina mantendrá un crecimiento moderado, de hasta 5%. Sin embargo, el 51% de las empresas aún no define su estrategia de inversión, reflejando cautela frente al panorama global.
La prioridad será la exploración de nuevas reservas (28%), seguida por el aumento de la producción (23%) y la expansión de infraestructura (13%). Solo un 6% de las compañías planea destinar más del 10% de sus ingresos a inversión de capital (CAPEX).
Aunque los países latinoamericanos avanzan a ritmos distintos, todos enfrentan el mismo dilema: cómo garantizar la seguridad energética sin frenar la descarbonización. Colombia, a diferencia de sus vecinos, enfrenta el reto de redefinir su estrategia antes de que el déficit de gas y la reducción de inversiones comprometan su estabilidad energética.
La conclusión del informe de Aggreko es contundente: el futuro del petróleo y gas en América Latina dependerá de la flexibilidad, la innovación tecnológica y la capacidad de adaptación de cada país frente a los cambios del mercado global.
